Con gran tino y acierto fuimos a aparcar el coche casualmente junto al de Alberto, que en ese preciso instante salía por la puerta del suyo. Tras contarle mientras comíamos, con plumas y señales, el lance del milano con el alcaudón y los sorprendentes encuentros con el zorro y la cierva que acabábamos de vivir, emprendimos una ruta por los alrededores de Villarreal de San Carlos.
La primera parada fue en una charca donde sorprendimos varios Galápagos Leprosos (Mauremys leprosa), endemismo ibero-norteafricano, asomando la cabeza entre los ranúnculos al sol de media tarde.
En uno de los majuelos o guaperos, como nos dijo Alberto que los llaman en su pueblo, Zarza de Granadilla, este herrerillo anillado se entretenía en buscar bichitos que merendar.
Continuando con nuestro camino llegamos al Huerto del Ojaranzo, que toma su nombre de un gran almez de 15 m de altura y más de un metro de diámetro que ronda los 150 años y recibe a los paseantes con su fresca sombra.
Almez en el Huerto del Ojaranzo |
A cada momento, el sendero invitaba a parar para disfrutar de la espectaculares vistas que ofrecía el verde alcornocal salpicado de los aromáticos morados y blancos de cantuesos y jaras.
Fue a la sombra de una encina, bajo una piedra, cuando tuvo lugar el gran descubrimiento de la tarde: dos simpáticas Culebrillas Ciegas (Blanus cinereus). Este singular reptil, perteneciente a la familia de los Anfisbénidos, no es ni más ni menos que un endemismo ibérico. Totalmente inofensiva, salvo por algún pequeño mordisco que pueda lanzar, y tan adaptada a la vida subterránea, que ha sufrido la pérdida de visión hasta sólo distinguir variaciones de luz debido a que sus ojos se hayan recubiertos por escamas, entre otras cosas, para protegerlos del contacto continuo con el sustrato.
Blanus cinereus olfateando el aire con su lengua bífida |
La piel de Blanus cinereus es sumamente lisa gracias a las escamas que la recubren para facilitar sus desplazamientos subterráneos. |
Y, siguiendo con la atención puesta bajo las piedras, apareció esta Escutíjera (Scutigera coleoptrata), especie de rasgos tan curiosos como que, pese a ser originalmente endémica de la Cuenca Mediterránea, actualmente se haya extendida por todo el mundo tomando el nombre de "Ciempiés doméstico" o que, siguiendo lo que se denomina automimetismo, el último par de patas se haya modificado en unas falsas antenas para despistar al enemigo en su huida.
Vista frontal de Scutigera coleoptrata. Es apreciable el último par de patas modificado en "falsas antenas". |
No sé exactamente en qué momento de la excursión Almu recordó que en la Península Ibérica existían escorpiones. Lo cierto es que desde entonces, no paró de pedir que apareciera uno y la verdad es que bien que fue escuchada y respondida con este regalo de alacrán.
Buthus occitanus en actitud de ataque |
Buthus occitanus en reposo total, como estrategia defensiva. |
Y fue en un pequeño arroyo a la sombra donde aparecieron nuestros primeros Tritones Ibéricos (Lissotriton boscai), endemismo de la mitad noroccidental de la Península Ibérica. Incluso, pudimos disfrutar del cortejo de algún macho que agitaba su cola velada frente a una hembra.
Nepa cinerea respirando gracias a su tubito respiratorio. |
Por último, llegamos a otra charca más soleada con la firme intención de sacar alguna Ranita de San Antón pero tan sólo conseguimos esta otra...
Sobre una rama próxima a la charca, esta tarabilla común macho (Saxicola torquatus) emitía su reclamo a los cuatro vientos.
En los herbazales próximos, Antón nos presentó a la Mosca Escorpión (Panorpa communis). La pena es que no pudimos comprobar de dónde toma el nombre por tratarse de una hembra y carecer del órgano sexual que recuerda la cola de un escorpión. Otra vez será...
Mosca Escorpión hembra (Panorpa communis) |
Y, tras una vuelta más por otros lugares húmedos y descubrir un cangrejo rojo recién mudado que, debido a su extrema flacidez, despertó los comentarios más jocosos de Alberto al compararlo con qué sé yo, cenamos en Torrejón el Rubio y fuimos al albergue con la firme intención de acostarnos lo más pronto posible para descansar aunque, finalmente, tuviéramos que ir aplazando sucesivamente la hora de ir a dormir debido al grado de intensidad que iban cobrando los juegos que tan buen rato nos hicieron pasar...