Ya atardece, y en lo profundo de la hojarasca despierta el Rey del Bosque. Con paso lento y ceremonioso, moviendo cada una de sus patas una por una, comienza la procesión hasta un punto próximo y elevado.
Coronada la cima, eleva ligeramente la testa y se inclina desplegando las alas en soberbia genuflexión. Es un breve instante el que permanece así, saludando a la luna y las estrellas recién encendidas, antes de elevarse al aire fresco y húmedo de la noche en busca de un reino que reinar.
Demasiados reyes para tan pocos reinos... Ellos mismos lo saben, la evolución les ha escrito a fuego en sus genes con letras de quitina el mismo lema que el del Rey Sol, Luis XIV "Nec pluribus impar", "por encima de los demás".
Y es que por encima de los demás han de pasar en la conquista de su reino. Diseñados con todo detalle para la lucha, no dudan en probar sus lanzas y adargas, cuidadosamente serradas y dentadas. La belicosidad extrema que ejercen les lleva a pelear con dureza entre el crujir de sus élitros y corazas, llegando, en ocasiones, a quebrarse sus duras pinzas...
No es estrictamente necesario ser grande y fuerte para conquistar una hembra, basta con ser ágil y despierto... Mientras el resto de machos se distraen en luchas y combates, hay uno que, astuto e intrépido, dedica todos sus esfuerzos en agradarla con sutiles caricias...
No transcurre mucho tiempo hasta que, convencida o no la hembra, acontece el culmen de la conquista: la procreación.
La pareja al amor entregada, se acerca a un lugar próximo donde rezuma savia azucarada de roble. El aroma embriagador empapa la brisa nocturna. A la princesa le ha dado el antojo de un sorbete dulce.
Sin embargo, ¡qué poco dura la tranquilidad amorosa y qué difícil es mantener la conquista! Un rey de corona mucho mayor se aproxima con sus armas desplegadas y dispuestas a la carga teniendo lugar lo inevitable...
Nuestro reyezuelo destronado llora su pérdida en la distancia...
Pero tampoco el gran rey disfruta de paz y sosiego por mucho tiempo... Las surgencias de savia dulce son un recurso muy apreciado en el bosque y un soldado colmenero ha llegado reclamando su parte e interrumpiendo a la pareja en su romántico momento.
Ninguna de las dos partes parece querer buscar el acuerdo. Soldado soberbio y rey altivo, acostumbrados el uno a arrollar y el otro a no ceder, un mismo empeño y compartido deseo, ¡inevitable el desencuentro!
La trifulca se acrecenta y el gran macho abandona por un momento sus quehaceres reproductores. La diferencia de tamaños recuerda inevitablemente a la historia bíblica de David contra Goliath aunque, por el contrario, en esta ocasión, el gigante logre imponerse meritoriamente.