De los cuatro barrios de Iquitos, destaca el de Belén por la extrema humildad en que viven sumidos sus vecinos y el gran mercado que tiene lugar cada día en sus calles. A él acuden gentes de toda la ciudad para realizar sus compras, especialmente comida.
Vista de una de las calles principales del mercado. |
El exótico contraste de colores no logra distraer la atención del intenso hedor que, en algunos rincones, se hace especialmente insufrible.
En seguida sorprenderán al visitante las nulas condiciones higiénicas en las que se exhiben los alimentos. Carnes y pescados se hallan sobre tableros de madera sin más protección frente a las moscas que un leve manoteo en el aire de vez en cuando.
La basura y los desperdicios se acumulan por doquier en el centro de las plazas o desperdigados por las estrechas calles. De ello han sabido hacer su festín los gallinazos, unas aves negras, de mal agüero, en origen carroñeras pero que, debido a su comportamiento oportunista, se han adaptado para aprovechar los recursos que le brindan los núcleos humanos.
Sin embargo, el mayor de los espantos es el tráfico ilegal de animales que tiene lugar sin pudor alguno y a vista de todos. Son varios los puestos que ofrecen al comprador huevos de la tortuga taricaya sin ninguna garantía de que provengan de una explotación sostenible.
Huevos de Taricaya (Podocnemis unifilis) |
Más hiriente todavía resulta ver los cuerpos descuartizados de los motelos, una tortuga terrestre que tarda varios decenios en alcanzar un tamaño medio.
Carne de Motelo (Chelonoidis denticulata) |
Además, existe una pequeña calle, conocida como "Pasaje Paquito", donde se venden todo tipo de plantas medicinales, licores y ungüentos curativos y, tristemente una vez más, todo tipo de amuletos y protectores hechos con materiales de origen animal cuando no se trata de la misma especie disecada en una sola pieza o desmembrada.
En la zona más profunda del mercado, el Bajo Belén, habiendo debido descender hasta el nivel del río, se encuentran los puestos que, además de los productos típicos, exhiben enjaulados animales vivos en venta como mascotas. Destacan los pequeños monos, cotorritas y tortugas.
Mujer con Mono Fraile (Saimiri sciureus) entre sus manos y Huapo Negro (Pithecia monachus) sobre jaula con pequeños Motelos. |
Detalle del Huapo Negro (Pithecia monachus), un pequeño y bellísimo primate de apariencia enternecedora. |
Dejando atrás tierra firme y embarcando en el puerto de Belén para srucar el brazo del río Itaya que recorre el barrio, las vistas no calman el desasosiego surgido durante el paseo por el mercado: una gran pobreza sigue estando omnipresente...
En el Bajo Belén son características dos tipos de casas adaptadas a sufrir los rigores de las tremendas inundaciones que acontecen en el barrio en época de creciente, es decir, cuando los ríos amazónicos se desbordan a consecuencia del deshielo de los Andes. Por un lado, existen cabañas de dos y tres plantas. Normalmente, sólo existen paredes en la planta superior que es donde se recluyen sus inquilinos cuando el nivel de la crecida alcanza su máximo allá por marzo y abril. Por otra parte, hay otras casas de un sólo piso que llaman la atención por estar sobre una plataforma de anchos troncos y rodeadas de altos palos. La plataforma es de una madera especial muy ligera que flota sobre el agua y, con ella, la casa entera cuando el nivel del agua sube. A los palos circundantes se ata la plataforma con fuertes sogas para evitar el arrastre de la corriente. Así, eligiendo una u otra opción, los vecinos del Bajo Belén han encontrado la solución que les permite habitar este entorno tan difícil.
Los Gallinazos Negros encuentran en los palos de agarre un posadero pefecto. |
En ambas orillas abundan flotando sobre el agua pequeños habitáculos construidos a base de palos. Se trata de las letrinas en torno a las cuales tiene lugar el baño diario de las gentes sin preocupación alguna.
El ir y venir de las embarcaciones es constante a través del curso fluvial, arrojando una nota de color y movimiento en la quietud de las marrones chozas.
Sin embargo, en este mar desolador, todavía existe un faro que alumbra con luz de esperanza entre las tinieblas. Se trata de la joven, vitalista e incansable Vania Arroyo que acude desde hace varios meses cada domingo por la tarde para servir a Dios en los más necesitados, como ella misma se refiere con una sonrisa que hace temblar cualquier dificultad...
Vania sonriente junto a sus pequeños amigos. |
Mediante sencillas actividades de manualidades, canciones y bailes procura hacer olvidar a los niños su difícil realidad por unos instantes dándoles alas para soñar. También aprenden que no está bien "botar basura al piso" y que deben respetar a los animales y plantas, seres llenos de vida al igual que ellos mismos. Quién sabe si algún día, mediante este despertar de conciencias, sean ellos mismos los que consigan desterrar la desigualdad social y el maltrato hacia los animales existente en su barrio de origen: Belén.
Afortunadamente, uno de estos últimos domingos, tuve la oportunidad de compartir con Vania y sus pequeños una tarde difícil de olvidar...
Creo que las sonrisas de mayores y niños bastan por sí solas...
Sirvan estas líneas de homenaje a tu labor, Vania, ejemplo de valía, entrega y dedicación hacia los más débiles y que con mayor crudeza sufren las duras condiciones que les ha tocado tener que afrontar. Te deseo mucho ánimo, valor y fuerza en tu altruista labor. Tengo la certeza de que la vida sabrá recompensarte tarde o temprano, porque a las buenas personas les suceden cosas buenas...
¡¡¡GRACIAS POR SER COMO ERES, AMIGA VANIA!!!
Gusta saber que en cualquier remoto lugar del mundo hay gente buena que ayuda a los que no existen a los ojos de los más fuertes.
ResponderEliminarPorque no se hace un control al tráfico de especies silvestres y el Gobierno dar más ayuda a las personas necesitadas para que no tengan que recurrir a la venta ilegal de animales y plantas...
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