El Maestro Alfarero creó a todos los azulejos de la misma manera, con la misma arcilla, el mismo molde, el mismo horno... Para pintarles el alma recurrió al Azul como pigmento base, aunque luego quiso añadir a cada uno un toque diferente de color: Blanco, Negro, Amarillo, Rojo... haciéndoles únicos e irrepetibles.
Con paciencia de artesano les encajó a todos sobre la pared lado con lado, ángulo con ángulo, dedicando a cada uno su propio espacio. Y desde entonces, allí permanecen, firmes y serenos. Algunos muestran algún que otro arañazo o desconchón en su superficie, nunca el tiempo transcurrió igual para todos.
¡Pero sin embargo, qué bonita luce la pared enlosada toda ella! Si faltara un azulejo, si cayera uno sólo, no habría ningún otro capaz de estirarse un poco y rellenar el nuevo hueco, quedando irremediablemente un lugar vacío...
Así somos las personas, todas iguales y a la vez únicas e irrepetibles, con un lugar en este mundo propio e irremplazable.
¡Pero sin embargo, qué bonita luce la pared enlosada toda ella! Si faltara un azulejo, si cayera uno sólo, no habría ningún otro capaz de estirarse un poco y rellenar el nuevo hueco, quedando irremediablemente un lugar vacío...
Así somos las personas, todas iguales y a la vez únicas e irrepetibles, con un lugar en este mundo propio e irremplazable.
Magnífico!
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