Sergio de Carabias

Sergio de Carabias

martes, 25 de junio de 2013

El entorno de la iglesia del Casuar

Ya iba siendo horar de hablar de un paraje tan cercano a mí desde mis primeras inquietudes naturalistas cuando, con el carnet de conducir recién sacado, iba con mi querido amigo y tocayo, de aventura por las Hoces del Riaza. Aunque, como jamás podré olvidar, la primera vez que tuve la suerte de conocer el Refugio de Rapaces que creó el mismo Félix Rodríguez de la Fuente fue en una de las excursiones del instituto que, bajo el lema de "Paseos por Castilla", tanto tantísimo nos enseñaron a gozar, aprendiendo, de nuestro más cercano entorno y el de más allá... ¡Qué tiempos!


Mapa del Parque Natural de las Hoces del Riaza
con los itinerarios de algunas rutas


Hará cosa ya de un mes y pico cuando, desde Valdevacas de Montejo, todavía con esa traviesa primavera que tanta agua nos trajo y tan verde pintó los campos, entré por el Barranco de Casuar siguiendo la denominada "Senda 3". Por el camino, fueron muchos los Buitres Leonados que, como gárgolas pétreas, se asomaban desde los cantiles a controlar quién entraba en sus dominios bajo la atenta guardia, también, que otros mantenían, ya en vuelo, desde el aire...








Hasta más de una treintena de ejemplares de Buitre Leonado (Gyps fulvus)
llegaron a congregarse para volar las últimas corrientes ascendentes de la tarde.



Barranco de Casuar



Prestando un poco de atención a esos vigías encaramados a las rocas, pude comprobar cómo, de vez en cuando, se destacaba algún nido con su pollo ya emplumado y bien crecido.


Pareja de adultos de Buitre Leonado (derecha)
junto a pollo del año (izquierda)


Adulto de Buitre Leonado (Gyps fulvus)
junto a su pollo echado sobre el nido

También me sorprendió este grupo de buitres con las alas extendidas, de espaldas al sol. Sabía de este comportamiento suyo tras una fuerte comilona cuando, todavía en el suelo, sin poder remontar por la pesadez de los buches llenos, extienden las alas al sol para, lo que imagino, pueda ayudar a acelerar su digestión.




Y así fue como, adentrándome en las Hoces, fui a dar con la iglesita de San Martín del Casuar, la única construcción que, aunque en ruinas, todavía es posible reconocer del que fuera el antiguo poblado llamado El Casuar, arrasado y abandonado durante la Guerra de la Independencia por creer los franceses que allí se refugiaba una de las peores pesadillas de Napoleón: el guerrillero Juan Martín Díaz "El Empecinado".


Ruinas de la iglesia de San Martín del Casuar a la luz de la luna llena.
Las hierbas que crecen sobre la espadaña humanizan, más si cabe,
su fachada que, con sus dos grandes y transparentes ojos y su boca estrecha,
parece silbar en el viento de la noche una melodía de siglos pasados...



Varias semanas después de aquel paseo, he tenido la oportunidad de volver a este mágico lugar que conforman los alrededores del Casuar para participar en el censo de nutria que Adena viene desarrollando desde hace ya dieciocho años en las Hoces del Riaza. Precisamente fue el tramo del Riaza que pasa al lado de la iglesita el que me tocó en el sorteo y el mismo que me desesperó por la total ausencia de movimiento que reinó en sus aguas en el par de esperas, de dos horas y media cada una, que realizamos.

Gracias a la actividad que se traían los vecinos del acantilado del otro lado del río, mi espera se vio amenizada. Los muchos huecos excavados en la roca a lo largo de los siglos por el Riaza sirven como lugar de nidificación, además de a las grandes rapaces, a otras aves de menor tamaño como las chovas, las grajillas y las palomas bravías.

Las vocingleras chovas piquirrojas llenaban el aire con sus gritos y acrobacias cada vez que llegaban con una nueva ceba para sus pollos o, simplemente, cuando se perseguían unas a otras con espíritu infantil.

Chova piquirroja (Pyrrhocorax pyrrhocorax) a la entrada de su nido


Las chovas piquirrojas (Pyrrhocorax pyrrhocorax)
no paraban en su incesante actividad de ires y venires continuos
con sus acrobáticos lanzamientos aéreos.


Tampoco las grajillas se mostraban precisamente tímidas o calladas. Parecían intentar mantener a raya a las chovas en sus juegos a base de roncos graznidos.


Grajilla (Corvus monedula)
con ceba en el pico







En la cuneta del camino que desciende hasta la iglesia del Casuar, todavía fresca y verde, crecían abundantes dedaleras negras e, incluso, una de las últimas Ophrys sphegodes de la temporada.



Dedalera negra (Digitalis obscura), endemismo ibero-magrebí.








Y respecto a la buscada nutria tan sólo encontré algunos rastros en un bancal arenoso. Parecía haber querido firmar "Aquí estuvo Nutria" (y volverá a estar... ¡cuando le dé la gana!) Sólo espero tener a bien conocerla pronto, señorita...



Excremento de Nutria (Lutra lutra) típico,
de aspecto oleoso y con abundantes escamas
y restos quitinosos de cangrejo.






5 comentarios:

  1. Si no llegas a decir lo de la "cara" en la fachada de la iglesia nunca se me habría ocurrido... y ahora ¡no puedo dejar de verla! :-S

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  2. Muy buenas las fotos, pero todavía mejor la forma de describir ese par de días. Me encanta.

    Un saludo.

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    1. Muchas gracias por tus amables palabras. Siempre es de agradecer recibir un comentario así que anima a seguir escribiendo ¡gracias!

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  3. Ayyy, los pollos ya emplumados y bien crecidos!! :)

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