Sergio de Carabias

Sergio de Carabias

miércoles, 6 de febrero de 2019

Las iguanas marinas de Galápagos


     El mar empujó a sus ancestros a través de las olas y corrientes arrastrándolas miles de kilómetros desde el continente. Quién sabe si subidas a una plataforma de vegetación flotante o apenas aferradas a un maltrecho pedazo de tronco, pasaron así unos pocos días o muchas semanas, aguantando un sol abrasador en medio del océano hasta llegar a unas islas casi desiertas y poder sentirse a salvo...

     El alivio momentáneo de verse en tierra firme se disipó con una nueva preocupación al comprobar que la vegetación sobre aquellas islas era pobre y escasa. Entonces, hubo algunas iguanas que "decidieron" internarse tierra adentro y, haciendo de tripas corazón, dedicarse a comer los frutos pinchudos de cactus y opuntias. Las otras prefirieron mirar de nuevo al mar y quedarse en la costa, al fin y al cabo, las algas que las mareas bajas dejaban sobre las rocas al descubierto se dejaban comer. No se trató de una decisión rápida con instantáneas consecuencias. Fue un proceso que tomó mucho tiempo, varios miles de años seguramente, en los que las iguanas de Galápagos fueron adaptándose a su nuevo entorno con unas nuevas costumbres diversificándose en distintas especies, únicas en todo el mundo, que hoy en día engloban dos grandes grupos: las iguanas marinas y las iguanas terrestres. 



  Los ancestros de las actuales iguanas marinas llegaron del mar y, tanto les gustó,
 que decidieron quedarse próximas a él.


     Las iguanas marinas son las únicas en el mundo que pueden bucear y alimentarse de algas. Pueden llegar hasta los 12 metros de profundidad y permanecer sumergidas por 60 minutos. Estornudan con frecuencia para deshacerse del exceso de sal que absorben a través de su piel.

Iguana marina recién llegada a la orilla desde mar adentro


     Se ayudan de sus afiladas garras para aferrarse a las rocas bajo el agua y de sus cortantes labios y lengua carnosa para arrancar las algas que crecen adheridas al fondo.



     Como auténticas sierpes oscuras se deslizan por el agua ondulando lateralmente sus largas colas con las extremidades pegadas al cuerpo y la cabeza erguida para poder respirar.




     Se alimentan cada dos o tres días y, al ser animales ectodermos (de sangre fría), regulan su temperatura corporal asoleándose en posición estirada. Las rocas basálticas se sobrecalientan con facilidad convirtiéndose en la superficie idónea sobre la cual descansar. El color oscuro de su piel también juega en favor de la captación de rayos solares.


Como todos los reptiles, las iguanas también mudan la piel
y a esta parece haberle llegado el momento para cambiarse de guantes...


     Existe un marcado dimorfismo entre machos y hembras al alcanzar la madurez sexual. Los machos presentan crestas más afiladas y elevadas y escamas frontales de mayor tamaño que las hembras.


Macho adulto



Hembra adulta



     Viven en colonias por lo que resulta común encontrarlas en grandes grupos.

Grupo de hembras junto a un macho adulto a la derecha.


     Sin embargo, en las primeras etapas de su vida no es posible diferenciar su género con tan sólo observar su apariencia física.

Neonato de iguana marina de Galápagos.



     Se las puede encontrar en todas las islas del archipiélago y, según cuál sea, muestran diferencias de coloración que pueden ser más o menos destacadas. En la isla de Floreana destacan por sus manchas rosadas sobre el fondo oscuro como si se tratara de la misma lava todavía incandescente.


Iguana marina de Floreana



Hembra de iguana marina en Floreana.



Macho (izquierda) y hembra (derecha)
de Iguana marina en la isla de Floreana

Iguana marina en La Española junto a zayapas en el envite de una ola.



     Son unos animales interesantes sumamente atractivos que sin duda han sido inspiración para imaginar dragones y otros seres fantásticos.








     En prácticamente toda la línea de costa en Galápagos las iguanas marinas son omnipresentes. Su confianza y tranquilidad permite acercarse a ellas y fotografiarlas a placer, siempre teniendo en cuenta la regla del Parque Nacional de mantenerse como mínimo a 2 metros de distancia.

El autor junto a una de las protagonistas de hoy.