Sergio de Carabias

Sergio de Carabias

jueves, 4 de marzo de 2021

La Sala de los Extintos del Museo de Historia Natural de París


     El Muséum National d´Histoire Naturelle de París es, en una sola palabra, una maravilla. Durante mi visita en marzo de 2016 disfruté como un niño en una tienda de caramelos observando, leyendo y fotografiando las tantas joyas naturales que allí se conservan.

    A lo largo de tres grandes edificios levantados en el entorno inigualable del Jardín des Plantes Médicinales. Galería de Paleontología y Anatomía Comparada, Galería de Mineralogía y Geología y la que más llama la atención, la Galería de la Evolución.

     Sin embargo, en uno de sus laterales se encuentra la sala que más me impactó, aquella dedicada a las especies que se han extinguido.

     Impresiona la entrada a la alargada habitación que se encuentra en penumbra, como triste e incluso avergonzada... A través de unos enormes portones de madera que chirrían como un torbellino de almas malheridas, se entra a la sala que ningún naturalista quisiera que exista: la Sala de los Extintos.


Panóramica de la Sala de los Exintos.


     Algunas de las especies protagonistas que llamaron especialmente mi atención por su belleza o relación de cercanía, fueron las siguientes:


      Bucardo "Capra pyrenaica" Extinto, Pirineos.

      El año 2000 trajo como "regalo de los Reyes Magos" a los seis días de haberse estrenado, la aparición de la última hembra de bucardo muerta en el Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido (Huesca), si bien la especie se encontraba en estado terminal desde hacía décadas debido a su demencial persecución por parte de los cazadores. Esta seria amenaza que ya venía sufriendo fueron una de las motivaciones para que en 1918 se declarase el valle de Ordesa como Parque Nacional.






      Alca Gigante "Alca impennis" Extinto, Atlántico Norte.

     La especie fue cazada por sus plumas, grasa y carne. Los últimos grandes pingüinos de Groenlandia fueron observados hacia 1815, y en Terranova hacia 1840. El último individuo fue cazado en 1844, en la isla de Eldez, Islandia. El sujeto de la foto proviene de Escocia y entró a fomar parte de la colección del Museo en 1832.






      Albatros Chino "Diomedea albatrus" Raro, Japón.

     El Albatros de China o Albatros de Steller se convirtió en raro a causa de los "cazadores de plumas" quienes lo perseguían a finales del siglo XIX y a principios del XX. Se pensó por mucho tiempo que la especie había desaparecido hasta que se descubrieron algunos pocos ejemplares en Japón, en el archipiélago de Izu. Gracias a las estrictas medidas de protección, el ave ha podido salvarse. Su población crece lentamente viviendo actualmente varios cientos de parejas en Japón.








      Paloma Rosada de Mauricio "Nesoenas mayeri" En peligro, Isla Mauricio.

      La especie empezó a escasear cuando las plantaciones de té y de pinos exóticos reemplazaron la vegetación natural de la isla. Los macacos, introducidos por el hombre, se han convertido en un depredador potencial de estas aves. Su reproducción en cautividad parece indispensable para garantizar su conservación a largo plazo.






      Pato de Cabeza Rosa "Rhodonessa caryophyllacea" Extinto, India.

     A finales del siglo XIX, era vendido como ave ornamental en la India. Incapaz de reproducirse en cautividad, el último individuo fue observado en 1935. Descrito a fines del siglo XVIII, el pato de cabeza rosada era una especie endémica del cauce bajo de los ríos Ganges y del Bramaputra y, por lo que parece, nunca fue abundante.







      La Gran Liebre Marsupial "Macrotis lagotis" En peligro, Australia.

      Empezó a rarificarse a partir del siglo XX. Su población ha disminuido a consecuencia de las especies introducidas, en particular los carnívoros como el zorro que depredan sobre ella y el conejo que compite en recursos. También se ve perjudicada por el sobrepastoreo y los incendios forestales. Actualmente sobrevive en áreas remotas del desierto australiano. Su supervivencia en la naturaleza se ve comprometida pero la especie se reproduce bien en cautiverio.




     Estas son sólo algunas de las especies que los seres humanos hemos exterminado para siempre. Ojalá no tenga que hacerse hueco en la Sala de los Extintos para ningún otro animal en lo scesivo.... Queda en nuestras manos....





jueves, 17 de octubre de 2019

La cotorra argentina se hace amiga de nuestros gorriones




De nuevo la cotorra argentina vuelve a ser protagonista en los medios generales de comunicación después de que la actual corporación del Ayuntamiento de Madrid al mando de José Luiz Martínez-Almeida, anunciara la semana pasada que, a partir del otoño de 2020, exterminará casi toda su población en la ciudad (unos 12.000 ejemmplares) con un gasto de cien mil euros.

Entre las muchas causas alegadas, ya de sobra conocidas, destaca el daño económico a infraestructuras y cultivos principalmente que provocan sus hábiles picos y pesados nidos (con riesgo incluido para las personas). Sin embargo, se recurre también a aspectos biológicos que, en palabras del delegado de Medio Ambiente, Borja Carabante, pueden resumirse en "los que vienen de fuera y lo hacen de forma agresiva no deben estar y no tienen el mismo derecho a la vida que tenemos todos".

Efectivamente, una especie exótica invasora incluye en su propia definición ser agresiva y capaz de desplazar a especies autóctonas pero, justamente el motivo de esta publicación es mostrar una perspectiva distinta en la realidad de las cotorras.

Mi experiencia con estos ruidosos loritos verdes se remonta al año 2012 cuando llevé a cabo mi trabajo fin de carrera dirigido por Eduardo de Juana que se tituló: Expansión de la cotorra argentina en la ciudad de Madrid. Los datos que arrojaron aquel censo fueron de 1800 individuos, momento en el que la población estaba en clara expansión. Muchas eran las ideas preconcebidas que yo mismo tenía de las cotorras antes de pasar tantas horas observándolas por motivo del conteo de nidos que me permitió descubrir hechos y comportamientos que jamás había imaginado.


Por ejemplo, siempre había escuchado decir que la cotorra, más fuerte y grande, desplazaba a pajarillos menores que ella como el gorrión cuya población se encuentra en acusada recesión. Entre otras causas se da por hecho la competencia por el alimento y hasta la depredación directa sobre huevos y pollos. Sin embargo, en algunos de los nidos censados descubrí que ¡cotorras y gorriones compartían el mismo nido!

El ejemplo de líneas abajo lo encontré en el distrito de Hortaleza en unos focos que iluminaban unas canchas deportivas en el entorno del polideportivo Luis Aragonés y el Parque Viñuelas. Los gorriones además de merodear el entorno de los focos entraban y salían de algunas oquedades que quedaban en la parte inferior del nido.

Me atrevo a señalar que podemos encontrarnos ante un caso de inquilinismo por el que el gorrión obtiene una clara ventaja de construir su nido a buen resguardo del de la cotorra argentina que, además de ofrecerle un nuevo techo bajo el que nidificar, le protegerá de la llegada de potenciales depredadores como urracas. Mientras tanto, la cotorra, aparentemente, no se ve favorecida ni perjudicada por tal hecho.



Nido de cotorra argentina regentado por gorriones comunes. Año 2013.
Destaca el ejemplar que se encuentra en la esquina superior izquierda del foco sobre el que se asienta el nido.







Otras instantáneas de relativa cercanía y convivencia que conseguí captar fueron junto al pico picapinos y pito real. Resulta fácil también contemplar bandos mixtos de cotorras y palomas que pastan juntas sobre el césped o acuden simultáneamente a comer el pan y otros alimentos que algunas personas les dan.

Cotorra argentina próxima a Pico picapinos.


El mismo caso encontré en los nidos de Casa de Campo que eran compartidos por cotorras, gorriones ¡y cigüeñas!

Nido de cigüeñas en Casa de Campo con la Torre de Madrid al fondo.
Observación de entrada y salida de Cotorra argentina y Gorrión común en la parta baja. Año 2013.


Pito real "al acecho" de una cotorra argentina que pasta tranquila.



Por último, el caso de aparente inquilinismo que más llamó mi atención fue encontrar una paloma zurita en el interior de un nido de cotorra argentina, hemos de suponer casi con total seguridad que abandonado.


Paloma zurita en el interior de un nido abandonado de Cotorra argentina
en el Parque de Aluche


De todo lo anterior deduzco que la presencia de la cotorra argentina en nuestras ciudades ha de estudiarse en profundidad desde un punto de vista propiamente ecológico, analizando a fondo sus interacciones con el resto de seres que lo componen. Cabe preguntarse si la tan señalada Cotorra argentina y acusada de todos los males, no merece mayor atención para incluso, descubrir si no es ella misma y su nicho ecológico el que puede facilitar el crecimiento de las poblaciones de algunas de nuestras aves autóctonas, algunasamenazadas, como el Gorrión común. Hasta aquí mi reflexión.






miércoles, 6 de febrero de 2019

Las iguanas marinas de Galápagos


     El mar empujó a sus ancestros a través de las olas y corrientes arrastrándolas miles de kilómetros desde el continente. Quién sabe si subidas a una plataforma de vegetación flotante o apenas aferradas a un maltrecho pedazo de tronco, pasaron así unos pocos días o muchas semanas, aguantando un sol abrasador en medio del océano hasta llegar a unas islas casi desiertas y poder sentirse a salvo...

     El alivio momentáneo de verse en tierra firme se disipó con una nueva preocupación al comprobar que la vegetación sobre aquellas islas era pobre y escasa. Entonces, hubo algunas iguanas que "decidieron" internarse tierra adentro y, haciendo de tripas corazón, dedicarse a comer los frutos pinchudos de cactus y opuntias. Las otras prefirieron mirar de nuevo al mar y quedarse en la costa, al fin y al cabo, las algas que las mareas bajas dejaban sobre las rocas al descubierto se dejaban comer. No se trató de una decisión rápida con instantáneas consecuencias. Fue un proceso que tomó mucho tiempo, varios miles de años seguramente, en los que las iguanas de Galápagos fueron adaptándose a su nuevo entorno con unas nuevas costumbres diversificándose en distintas especies, únicas en todo el mundo, que hoy en día engloban dos grandes grupos: las iguanas marinas y las iguanas terrestres. 



  Los ancestros de las actuales iguanas marinas llegaron del mar y, tanto les gustó,
 que decidieron quedarse próximas a él.


     Las iguanas marinas son las únicas en el mundo que pueden bucear y alimentarse de algas. Pueden llegar hasta los 12 metros de profundidad y permanecer sumergidas por 60 minutos. Estornudan con frecuencia para deshacerse del exceso de sal que absorben a través de su piel.

Iguana marina recién llegada a la orilla desde mar adentro


     Se ayudan de sus afiladas garras para aferrarse a las rocas bajo el agua y de sus cortantes labios y lengua carnosa para arrancar las algas que crecen adheridas al fondo.



     Como auténticas sierpes oscuras se deslizan por el agua ondulando lateralmente sus largas colas con las extremidades pegadas al cuerpo y la cabeza erguida para poder respirar.




     Se alimentan cada dos o tres días y, al ser animales ectodermos (de sangre fría), regulan su temperatura corporal asoleándose en posición estirada. Las rocas basálticas se sobrecalientan con facilidad convirtiéndose en la superficie idónea sobre la cual descansar. El color oscuro de su piel también juega en favor de la captación de rayos solares.


Como todos los reptiles, las iguanas también mudan la piel
y a esta parece haberle llegado el momento para cambiarse de guantes...


     Existe un marcado dimorfismo entre machos y hembras al alcanzar la madurez sexual. Los machos presentan crestas más afiladas y elevadas y escamas frontales de mayor tamaño que las hembras.


Macho adulto



Hembra adulta



     Viven en colonias por lo que resulta común encontrarlas en grandes grupos.

Grupo de hembras junto a un macho adulto a la derecha.


     Sin embargo, en las primeras etapas de su vida no es posible diferenciar su género con tan sólo observar su apariencia física.

Neonato de iguana marina de Galápagos.



     Se las puede encontrar en todas las islas del archipiélago y, según cuál sea, muestran diferencias de coloración que pueden ser más o menos destacadas. En la isla de Floreana destacan por sus manchas rosadas sobre el fondo oscuro como si se tratara de la misma lava todavía incandescente.


Iguana marina de Floreana



Hembra de iguana marina en Floreana.



Macho (izquierda) y hembra (derecha)
de Iguana marina en la isla de Floreana

Iguana marina en La Española junto a zayapas en el envite de una ola.



     Son unos animales interesantes sumamente atractivos que sin duda han sido inspiración para imaginar dragones y otros seres fantásticos.








     En prácticamente toda la línea de costa en Galápagos las iguanas marinas son omnipresentes. Su confianza y tranquilidad permite acercarse a ellas y fotografiarlas a placer, siempre teniendo en cuenta la regla del Parque Nacional de mantenerse como mínimo a 2 metros de distancia.

El autor junto a una de las protagonistas de hoy.



miércoles, 22 de noviembre de 2017

Mil dudas me asaltan


Mil dudas me asaltan
esta mañana
que retumban 
en mi cabeza
como puñaladas
que preguntan
en mi conciencia
mientras se clavan,
se hunden,
me lastran:
¿qué es la vida?
¿qué es vivir?
quién soy yo
y qué hago aquí,
a dónde voy
y si soy feliz...



Puesta de Sol desde la Playa de la Ratonera.
Puerto Ayora, Santa Cruz, Galápagos, Ecuador.

viernes, 10 de noviembre de 2017

Las Minas de Azufre


     Desde Puerto Villamil, en la isla de Isabela, es posible contemplar las faldas del Volcán Sierra Negra, en esta época, cubiertas por un cinturón de nubes denso y gris. Allá en la cima se esconde uno de los lugares más especiales de Galápagos.

Volcán Cerro Azul visto desde el Sierra Negra.


     Por un sendero estrecho y angosto, sembrado de rocas, se asciende lentamente por la ladera del gigante dormido. La vegetación verde y frondosa lo cubre todo a ambos lados despuntando los helechos arborescentes con aspecto de palmera, herederos de épocas remotas en las que daban sombra a los dinosaurios. 


Acenso al volcán Sierra Negra a través de la garúa.
Autora: Alice Marchal.


     Finalmente, superados los mil cien metros, se sobrepasa la línea de nubes saliendo a relucir un sol radiante que pasado un tiempo llega a resultar aplastante y abrasador. 





     Al llegar al borde del cráter, amplio y vasto, como una olla de gigantes, los sentidos quedan atónitos ante tal inmensidad.




     Desde el borde mismo se observan las nubes caer al interior del cráter como si de un tobogán se tratara, formando una bonita cascada vaporosa. Las mismas nubes que nos acolcharon y empaparon durante el ascenso.





     El camino sigue bordeando el precipicio por varios cientos de metros hasta llegar a un mirador. Desde allí es posible observar las fumarolas de azufre que emanan del interior terrestre y se elevan blancas sobre el cielo azul como una fábrica de nubes.





     El vapor desprendido cambia de tamaño y forma según la intensidad con que respira el gigante que duerme... En el año 2005 fue su último despertar.





      Desde semejante distancia ya es posible sentir el hedor pestilente, como a huevos podridos, propio del azufre que contamina el aire y lo hace absolutamente irrespirable al llegar frente a las minas. 


El autor con las minas de azufre a sus espaldas
y cara de estar apreciando el aroma del ambiente.


     Justo ahí comienza el descenso al cráter del volcán. En el fondo del mismo crece una alfombra de helechos valientes. Ignorantes, más bien, a lo que les espera en caso de una nueva erupción...


Junto a los helechos valientes en el interior del cráter.





El paisaje es atractivamente desolador
pero la compañía notablemente mejor.


Son tres los colores que pintan las rocas del lugar:
los tonos rojizos corresponden a óxidos de hierro, los amarillos blanquecinos al azufre
y los más oscuros a basaltos.


     Tras cruzar el fondo del cráter toca nuevamente un ligero ascenso que lleva hasta las minas. Por el camino, destacan varios grandes trozos de azufre desprendidos desde lo alto en algún temblor sísmico.


Aprovechando la ocasión para llevarse un entrañable recuerdo
con que asombrar a los nietos en la senectud.


Es amarillo y reluce,
no es oro sino azufre.


     Allí, desde tan cerca, el color amarillo todo lo cubre y llena, como si de una explotación aurífera se tratara. Sobrecoge al visitante la naturaleza poderosa de este fenómeno por el cual grandes cantidades de vapor de azufre emanan del interior como auténticas llamaradas. 

A las puertas del Infierno



Mil alfileres dorados custodian y protegen las puertas y ventanas del inframundo.


      No es habitual contemplar algo así y todavía mucho menos, hacerlo de forma tan cercana. Es por eso que, de todo cuanto he conocido hasta ahora en las islas Galápagos, las minas de azufre del Volcán Sierra Negra en Isabela constituyen uno de los lugares que más admiro.


Integrantes de la expedición a las Minas de Azufre.
De izquierda a derecha: Elvira, Paulo, Klavdija, Alice y un servidor.






miércoles, 8 de noviembre de 2017

Oda a la Tortuga



A ti,
Señora Reptil,
que cargas 
a tus espaldas
con años mil.


que cargas a tus espaldas con años mil


Volcán que camina, 
reina de estas islas
a las que bautizas
y a las que llegaste
como naúfraga
hasta sus orillas,
encaramada a una balsa
de lodos y arcillas,
empujada por las
corrientes marinas
con tu coraza
 de escamas
verdes y amarillas.

Volcán que camina.

Por las formas
de tu caparazón,
eres ejemplo 
de la evolución,
maravilla de
 la adaptación
para asombro
 de Darwin
y otros, como yo,
 naturalistas.

Ejemplo de la evolución y maravilla de la adaptación.


Tú que retas
 a la muerte
viviendo tanto
y tan despacio.

Yo quisiera
 aprender de ti
y tranquilamente
poder vivir
sin prisas
ni carreras
de aquí a allí.

Centenaria criatura
homenaje a la vida
hoy te canto
a ti, tortuga.