Sergio de Carabias

Sergio de Carabias

lunes, 5 de octubre de 2015

Un rodeo en Paraguay



     Amigos y amigas, aprovecho antes que nada para pediros, por favor, vuestro amable voto con un sólo click:

      "En busca de la verdad de los niños" es mi propuesta de viaje para este concurso y que tendrá por objetivo conocer y contar los cuentos, leyendas e historias que vaya escuchando a través de Ecuador, Bolivia y Chile si consigo ser seleccionado. Con tu ayuda, ¡estaré más cerca de conseguirlo!


      ¡¡¡MUCHAS GRACIAS POR VUESTRO APOYO, VOTO Y DIFUSIÓN!!!



      La influencia de la cultura española es omnipresente en casi toda Sudamérica. La lengua castellana es un ejemplo de ello que llega a resultar avasallador y que sólo da respiro a otras precolombinas como el guaraní en casos de excepción como es Paraguay. Y es que así ha funcionado por mucho tiempo, y sigue haciéndolo actualmente, la dinámica entre los distintos pueblos y civilizaciones humanas: a través de conquistas e imposiciones. Al fin y al cabo... ¡qué somos nosotros mismos, los españoles, sino la herencia de muchas invasiones y dominaciones a lo largo de los siglos! 

     Por esa misma influencia de la Madre Patria, que en su día  heredara de griegos y romanos, existe todavía la fea y desagradable costumbre de realizar festejos y celebraciones en los que tiene lugar un manifiesto maltrato hacia nuestros semejantes: los animales. Un ejemplo de ello, especialmente doloroso por su todavía extendida y tolerada aceptación, son las que tienen que ver con los toros. En Paraguay es habitual la celebración de "ruedos" en los que se corre a varias reses con pases de capote y piruetas. Afortunadamente, en este caso, el toro no es sangrado con punzantes instrumentos ni acaba muerto.


Un par de mozos tiran del rabo al toro.


     Son mediados de septiembre y fiestas en Santa Rosa del Aguaray en honor de su Virgen homónima. Por la mañana se ha celebrado Misa Mayor y, seguidamente, la procesión con la Virgen. Después de reunirse las familias y disfrutar de un rico asado, al caer de la tarde, el ruedo comienza a llenarse poco a poco con cientos de personas, ruidosas e inquietas.







     Hace hora y media que debía haber empezado la corrida, cuando se produce el salto a la arena de un dúo de cómicos payasos que comienzan a hacer chistes idiomáticos en castellano y guaraní. El más pequeño de ellos camina con grandes esfuerzos debido a lo que debe ser una minusvalía que, sin embargo, no le supondrá obstáculo alguno para montarse a lomos de los novillos como podremos ser testigos en breves momentos. Por lo que me comenta mi compañero de banco, bajo sus pantalones se esconde una pierna de madera...





     El público general estalla en una sonora carcajada general a cada instante. Yo apenas sí consigo enterarme de alguna de las bromas...





     Al fin, los payasos desaparecen y suena el pasodoble "Que viva España" con más chanza y juerga que solemnidad. Entre aplausos salen al ruedo varios bravos mozos ataviados con un aparente vistoso traje de luces y otros llamativos complementos...








     Liberado el primer novillo, comienzan los pases de capote sin compañía de los típicos "oooooleeeee". Los toros son grandes y entraditos en carnes ¡y no tienen cuernos!









     Para seguir cansando al animal, comienzan las montas y saltos sobre su lomo. Nuestro pequeño amigo cojo demuestra su habilidad de vaquero al galope.








     Pasada la inicial agitación e impetuosa energía, cuando ya el toro da muestras de verdadero agotamiento, los más valientes toreros se atreven a efectuar piruetas sobre él.






     De pronto se apagan todas las luces entre un alarido de incredulidad. El pueblo de Santa Rosa se queda sumido en tinieblas, las mismas que poblaron una vez las noches de los primeros humanos. El toro sigue en la plaza, y los mozos y el público. Se decide esperar unos instantes para comprobar si vuelve la potencia eléctrica aunque enseguida empieza a sonar con fuerza el rumor de que el gerente del ruedo ha tenido algo que ver en esa fatal casualidad, justo con el segundo toro de la tarde y tras una importante demora en el comienzo del espectáculo...  





     El fin último del espectáculo con cada toro es tirarlo al suelo entre todos los compañeros y aguantarlo por varios segundos, patada en la garganta incluida, el acto de mayor repulsa, crítica y denuncia.











     Que en España corren nuevos tiempos es una realidad. El sufrimiento animal cada día es más criticado y denunciado en todas sus formas y desde todos los frentes. Ojalá Paraguay se sume pronto a esta ola creciente por la defensa del bienestar de quienes comparten con nosotros el inmenso placer que es la vida.




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