Aprovechando el próspero puente de primeros de mayo que en la Comunidad de Madrid todavía tienen a bien respetarnos, fuimos el pasado viernes día tres hasta las Lagunas de Neila con la esperanza de ver algún tritón palmeado u orquídea tempranera. Ingenuo de mí al no pensar en el manto de nieve que nos aguardaba para sorpresa nuestra...
Tuvimos que dejar el coche bastante abajo para comenzar a subir por la carretera asfaltada toda ella cubierta por un palmo de nieve.
Las hayas amenizaban con sus tonos cálidos la gélida estampa invernal. |
Todo un ejército de altos pinos albares estaba allí para escoltarnos el resbaladizo ascenso. |
Con la nieve ya por las rodillas llegamos a la Laguna de las Pardillas, toda ella congelada como en un suspiro.
Tras un repecho, alcanzamos el mirador de San Francisco de Asís para disfrutar con la panóramica del pueblecito de Neila y el Pico Urbión con sus cumbres cubiertas de cristalino algodón. Allí, sintiendo la caricia del viento helado en el rostro, volvieron a resonar con fuerza aquellas palabras que, no por antiguas, olvidadas, de un gran maestro que no sólo me enseñó Geografía e Historia, sino también a abrir los sentidos a la naturaleza:
"Donde la monotonía del pinar deja de ser atosigante, donde los espacios se abren y se hacen enternos por la sugerente composición de los cordales; donde la vista, por fin, es libre y nadie ocupa la distancia entre tus ojos y tus deseos, allí, en ese pedestal, cierta humanidad colocó un mirador dedicado a honrar al seráfico San Francisco de Asís. Digo yo que sólo personas con la inmensidad ardiente que poseía el Padre Francisco podrán gozar tan felizmente de la musicaliad de tantos paisajes como se contemplan desde este lugar. Y es que, como sabrás, San Francisco veía y oía en la naturaleza creada por su Señor mundos muy distintos a los que percibimos nosotros.
Es necesario prepararse para deleitarse y en ese gozo amar la naturaleza. Y amar es repestar profundamente y luchar para que otros, otras generaciones, puedan aspirar saberes y respirar los aromas de todos los vientos que se acerquen a tu vida"
J. Elena González
Al llegar donde el camino se bifurca para continuar por las Lagunas Altas, la nieve nos alcanzaba la cintura hasta cubrir nuestros ánimos de seguir adelante. Gracias a que apareció un hada entre las nieves, tan risueña y alegre, y nos recomendara acercarnos hasta la Laguna de los Patos y la Laguna Brava, recobramos las fuerzas para alcanzarlas. El espectáculo, una vez más, maravilló nuestros sentires.
Tras atravesar los grandes pinos doblegados por el peso de la nieve allí estaba la Laguna Brava, igualmente congelada |
Yo no sé cómo serán los lagos en el Cielo pero no creo que muy diferentes de algo así... |
Escalonados sobre las orillas, las piedras y arbustos cubiertos de nieve lucían este aspecto dunar |
Bien metido en el agua, quién sabe si este pino petrificado cumplía castigo por haber querido cruzar la laguna en un loco intento de soñar que nadaba... |
Refugio de montaña sobre la cristalina Laguna de los Patos. |
En lo alto de las copas de los pinos, este Carbonero Garrapinos parecía entretenerse en contestar los reclamos de su vecino Petirrojo en una interesante conversación.
Carbonero garrapinos (Parus ater) |
Petirrojo (Erithacus rubecula) |
La senda transcurría por una ladera que caía a pico sobre las aguas del arroyo que hacía un rato se habían precipitado con gran alboroto por el Chorlón. En el camino no faltaron las hayas recién brotadas y algunos tejos de gran porte sobre un tapiz húmedo cubierto de musgos, heléboros, violetas y primaveras.
Eléboro Verde (Helleborus viridis) en flor |
Efímera sobre musgo |
Marcas todavía tiernas de haber tirado las cuernas hace pocos días. |
Pero como en la naturaleza lo que es muerte para unos da la vida a otros, encontramos el cuerpo yacente repleto de estas pequeñas mosquitas, las más de ellas, aprovechando la ocasión para dejar su descendencia en semejante reserva de alimento.
Ejemplares de Calliphora spp y otros dípteros, fauna necrófaga. |
Para acabar la tarde, paseamos por las serranas calles de Neila que nos ofrecieron algunas estampas que parecían estar sacadas de años pretéritos en los que ya en las tardes de primavera se hacía acopio de leña amontónandola a la puerta mientras el guardián de la casa sesteaba al sol de media tarde.
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