viernes, 28 de julio de 2017

Islas Galápagos


     A más de mil kilómetros del continente, en medio del Océano Pacífico, se alzan varias islas sobre el mar nacidas de viejos volcanes; algunas ya cubiertas de verde y otras mostrando todavía pura lava hecha roca.

     En ellas, la evolución ha jugado a moldear criaturas sorprendentes resultado de su adaptación a este entorno único y peculiar. Es tierra de pequeños dragones, tortugas centenarias y aves de mar...














Iguana marina en la isla de Floreana
con su característica coloración rosada.



     Como auténticos tanques acorazados, pastan tranquilas estas enormes herbívoras únicas en el mundo: las tortugas gigantes. Estos pacíficos blindados no disponen de mira telescópica ni brazo lanzamisiles; por contra, su largo y estilizado cuello despunta sobre la hierba siempre atento, alerta.





     Es habitual que estas tortugas gigantes sobrepasen el siglo de edad. Muchas de ellas muestran en sus arrugas los muchos años que llevan soportando sol y lluvia a ras de suelo.





     Las ramas del manglar son el lugar idóneo para el reposo y descanso de muchas aves marinas, como los pelícanos.


Pelícano posado sobre Mangle Rojo.



     Y, cómo no, también, las Islas Galápagos son la cuna de los Pinzones de Darwin, conocidos globalmente por ejemplificar perfectamente la Teoría de la Evolución por la cual todos los seres vivos descendemos de un mismo ancestro común. Así es como estas avecillas, simpáticas y de gráciles movimientos, han desarrollado distintos picos según sus dietas alimenticias dando lugar a varias especies.


Pinzón terrestre
con su pico ancho y corto.



Pinzón de cactus juvenil
con su pico alargado y puntiagudo.