Sergio de Carabias

Sergio de Carabias

domingo, 21 de febrero de 2016

Querido abuelo Marcelino



A mis veinticinco años,
por primera vez,
te he buscado 
en el cementerio
y no te he encontrado...

Pero no estoy triste
porque te he sentido
en el sol y el aire
de este viernes frío
acompañándome
con paso decidido.

Igual que te siento
de vez en cuando,
más veces de las que pienso,
tendiéndome la mano y
susurrándome secretos
para hacer el bien
y acertar de pleno
desde allá arriba
en lo alto del Cielo.

Te he visto en fotos
tan guapo y bien vestido
y me han hablado mucho de ti,
de que eras bueno de verdad
humilde y sencillo
e incluso hay quien
ha visto en mí parte de tu brillo,
de tu sentir y nobleza
y tu revoltoso flequillo.

Qué alegría me da
cuando me comparan contigo
aquellos que te conocieron, 
querido abuelo Marcelino.




viernes, 19 de febrero de 2016

La planta de la calle


A veces, por la calle,
encuentro una planta,
un esqueje, una rama
de cierto talle.
Deshojada y partida,
triste y mustia
a causa de la caída,
yace tirada
sobre la calle fría
esperando
ser recogida
por un transeúnte
de alma caritativa
que la plante en su casa
para mutua alegría.




martes, 16 de febrero de 2016

Los dos niños




En la puerta del Retiro
hay dos niños
chiquititos
que juegan divertidos
a lanzar flores al aire
bajo la Luna suave
de mármol y granito.



lunes, 8 de febrero de 2016

Pintar alivia el alma




Pintando puedo
llegar a lo más profundo
de mi alma
y romper la roca
que remansa el agua
para saltar impetuosa
en vertiginosa cascada.

¡Qué placer
sentirse libre
otra vez!
con un pincel
entre los dedos
¡aliviada el alma
de nuevo!


martes, 2 de febrero de 2016

En el Día Mundial de los Humedales



... quiero sumarme a tan especial celebración compartiendo algunos de los recuerdos que conservo de mis últimas dos visitas al Parque Nacional de las Tablas de Daimiel y a la Reserva Natural de las Lagunas de Alcázar de San Juan coincidiendo con el bajar y subir, respectivamente, a y desde Cardeña.
     

     Es enero y los tonos pastel y grisáceos componen la paleta de la mayor parte del paisaje mediterráneo. Las orillas y riberas no son una excepción y los troncos desnudos de las especies caducifolias riparias se alzan ligeras al blanco mortecino del cielo sobre el amarillo de juncos y carrizos.

Pasarela sobre el agua
en el Parque Nacional Tablas de Daimiel

     La nota de azules no la ponen las aguas sino las montañas y elevaciones que se pierden en el horizonte.



     De todos los posibles habitantes de los humedales, destacan las aves por su variedad, vistosidad y fácil observación. De ellas sobresalen los patos, un grupo común pero no por ello menos atractivo. Los machos suelen lucir plumajes casi increíbles de llamativos diseños y coloraciones con brillo metálico como elegantes príncipes de ornamentadas corazas y armaduras. Las hembras, por el contrario, recurren al mimetismo perfecto con su entorno mostrándose pardas y oscuras, salpicadas de puntos y rayas que desfiguran su silueta entre la vegetación y la tierra. De andares torpes, demuestran una mayor ligereza sobre el agua. Porrones, tarros, azulones, cucharas, silbones, frisos, colorados, malvasías y cercetas se encuentran entre las especies que se dejaron ver.


Macho de Silbón


Cerceta pardilla

     Siempre resulta un privilegio poder observar a la Malvasía Cabeciblanca teniendo en cuenta lo cerca que estuvo de la extinción y su llamativa, casi extravagante, apariencia.

Macho de Malvasía cabeciblanca

     Junto a los carrizos, el Calamón merendaba raíces y rizomas que desenterraba con la asombrosa presteza de sus ganchudas patas.

Calamón

     Y de pronto, soltando un chillido como un chiquillo impertinente, salió con aire inquieto y nervioso este Rascón de entre la vegetación.

Rascón

     Los flamencos son el habitante estrella de cualquier humedal. Majestuosos y esbeltos, con los cuellos extendidos y desplegando sus alas, sacudían sus picos a la brisa de la tarde agitados por el incipiente instinto reproductor que estos calores adelantados ya les han despertado...

Flamencos en Alcázar de San Juan

     Un joven flamenco, grisáceo y desgarbado, rompía la tranquilidad de sus compañeros patos al posarse cerca de ellos levantando el agua en su frenada.

Joven Flamenco aterrizando sobre el agua

     En Daimiel, el cese de la tormenta dejaba despedirse del día al sol que con fuerza enviaba sus últimos rayos de luz y calor por un resquicio de nubes.
     




     Mientras tanto, en Alcázar de San Juan el Sol va cayendo y, poco a poco, encendiendo la bóveda celeste de luces rojas y ocres, cálidas y suaves. Justo encima del preciso lugar por el que el sol se acaba de poner, un anillo azul corona un ocaso manchego para nunca olvidar.




     Que nunca nos falten humedales, hábitat de tan hermosas criaturas y remansos de belleza y paz para toda alma que busca algo más...