jueves, 29 de mayo de 2014

La Tejeda de Tosande



     A mediados de mayo tuve la ocasión de participar en el Curso de Guía de Fauna que organizaba GUHEKO con base en el pueblecito de Arbejal, al pie de la Montaña Palentina.


       Además de varias ponencias y otras actividades, realizamos un par de salidas a enclaves próximos para conocer el maravilloso entorno del Parque Natural de Fuentes Carrionas.

      La primera de ellas tuvo como destino la mágica y espectacular Tejera de Tosande que crece, como trepando, por la vertiente norte de la imponente Peña Horacada.


Peña Horacada (1818 m)

      Al poco de comenzar a recorrer la senda, descubrimos el esqueleto de una cierva del que habían dado buena cuenta una bandada de buitres leonados por las plumas que a algunos se les habían caído en los alrededores.

Restos del cadáver de una cierva
devorado por buitres.

     El camino que subía por la ladera tenía una acusada pendiente que a más de uno obligó a parar y descansar a media altura para recuperar el resuello. 

       En realidad, los tejos se encuentran bajo un extenso y joven hayedo que le cubre de sombra durante los meses no invernales, afectando negativamente a su desarrollo e impidiéndolo directamente en el caso de los más jóvenes.


Ejemplar de tejo "Taxus baccata" entre jóvenes y altas hayas "Fagus sylvatica"


Escalinata en el hayedo.


     La excepcionalidad de esta Tejeda de Tosande se debe por un lado al elevado número de tejos que la compone, en concreto hay setecientos cuarenta y tres pies inventariados, y por otro lado, a que en su mayoría son ejemplares muy viejos, existiendo algunos que superan los 145 cms de diámetro, dimensiones que corresponden a árboles de una edad que ronda el milenio.

Aquí el humilde redactor entre dos gigantes y longevos,
como las Torres de Hércules.

     Además de su interés natural, el tejo es una especie que tuvo una consideración muy particular desde antaño, debido a su longevidad y toxicidad que lo relacionaban directamente con la vida y la muerte. 


Joven rebrote de tejo sobre tronco doblado y medio seco.

     Había algunos ejemplares que parecía un verdadero milagro que todavía contaran con algunas ramas verdes como este abuelito que, aun tan perjudicado, todavía ponía empeño en sonreírle a la primavera.

Viejo ejemplar de tejo brotando.


     Una de las particularidades más llamativas del tejo es su capacidad de emitir una raíz interna cuando el interior de su tronco se seca y se pudre. De esta manera, el tejo consigue rellenar el hueco dejado por la madera muerta para ganar en resistencia y así alargar sus años de vida. Algo así como el Ave Fénix de los árboles que resurge de sus propias cenizas...

Tejo podrido en el interior de su tronco
con raíz interna en crecimiento.

     Para algunos ejemplares, sin embargo, este remedio nunca llegó a tiempo...

Tejo hueco y muerto

     Ganando en altura dimos a rozar las cumbres próximas a la Peña Horacada, un enclave perfecto desde el que observar las numerosas manadas de ciervas con sus crías del año.

Grupo de compañeros observando ciervos.

     En el suelo crecían abundantes los ranúnculos entremezclados con narcisos, la misma especie que hace más de dos meses veía florecer en Sierra Morena.

Narciso pálido "Narcissus triandrus" junto a ranunculáceas.


     Ya de vuelta al albergue, regresamos por el Valle de Tosande, que además de dar nombre a la insigne Tejeda, muy posiblemente provenga de un término de origen germánico "Theodesindus" que justamente vendría a significar "camino del pueblo".

Ganado pastando en el Valle de Tosande

     Para despedir tan estupenda jornada, quiso aparecer esta bella Fritilaria.

"Fritillaria nigra"

     Al día siguiente, nuestro recorrido nos llevó por los alrededores de Arbejal siguiendo la llamada "Ruta del Oso".

     A los pocos kilómetros, nos sorprendió una pareja de Alcaudones dorsirrojos atareados en construir su nido en la espesura de un rosal silvestre. Una emocionante observación para quienes no estamos acostumbrados a disfrutarlos con tanta frecuencia en latitudes más meridionales...

Alcaudón dorsirrojo "Lanius colliuro"

Alcaudón dorsirrojo "Lanius colliuro"


     Las mariposas ya habían despertado de su letargo invernal y sobrevolaban las flores en busca de alimento y amor.


Licénido

     Dos especies de Ninfálidos llamaron nuestra atención por irradiar una belleza de auténticas ninfas aladas.

        La "Euprydryas aurinia", que literalmente quiere decir "Vigorosa Drias dorada" siendo Drias, en la mitología griega, una ninfa de los bosques que vivía tanto como el árbol en que habitaba.

"Euphydryas aurinia"


Pareja de "Euphydryas aurinia" reposando sobre la vegetación.

     También merodeaba por allí esta bonita Ortiguera "Aglais urticae", especie dedicada a Aglaya "la resplandeciente", "la esplendorosa", la más joven y risueña de las tres Cárites o Gracias. Su apellido "urticae" al igual que su nombre común alude a la planta nutricia de sus orugas: las ortigas.

Ortiguera "Aglais urticae"

     En cuanto a orquídeas, la cosa anduvo estupendamente y eso que podría haber sido de diez si llegamos a sorprender la Himantoglossum en flor...

     Una única espiga floral de "Ophrys sphegodes" crecía a resguardo entre las altas hierbas.

"Ophrys sphegodes"

     En las hondonadas más húmedas y próximas a cursos de agua crecían las Serapias sacándole la lengua a todos cuantos las miraran...

Detalle de la espiga floral de "Serapias lingua"


Grupo de "Serapias lingua"

     Y, cómo no, las comunes y tan extensamente distribuidas "Anacamptis morio" se erigían por doquier sobre los pastizales.

Detalle de la espiga floral de "Anacamptis morio"


"Anacamptis morio"

Pradera con abundantes rosetas de "Anacamptis morio"

     Dos especies del Género Dactylorhiza, todavía por identificar, me llamaron la atención especialmente.

Dactylorhiza spp



Dactylorhiza spp

     Y por último, la exuberante Himantoglossum que crecía abundante a las orillas del camino pero todavía sin mostrar sus espléndidas flores...

Espiga floral de "Himantoglossum hircinum" en desarrollo.


     Desde lo alto de aquellos parajes, las vistan resultaban sobrecogedoras con las cumbres nevadas y los robledales, todavía sin hojas, cayendo a pico sobre el agua del Embalse de Requejada.



Vista del Embalse de Requejada al máximo de su capacidad.


     En los altos pastos, pacían y descansaban varios terneros de los que alegran la vista, y el plato, a cualquiera...

Foto de familia en la Montaña Palentina.









lunes, 26 de mayo de 2014

El dormidero de los jóvenes alimoches



     La tarde del sábado pasado, Xavi y yo, dos forofos del fútbol apasionados como pocos, decidimos hacer el sacrificio de nuestras vidas y salir a disfrutar del campo en vez de quedarnos viendo la final de no sé qué torneo...

      Y ciertamente, pese a la amenaza de lluvias, valió la pena recorrer los parajes del Nordeste de Segovia aunque sólo fuera por deleitarnos con el rabioso contraste de colores que lucían barbechos y cultivos acentuado por el filtro de luz de las cargadas nubes.
   
Los campos del Nordeste de Segovia con la Sierra de Ayllón al fondo
entre luces y sombras.


     El objetivo de la tarde quedó fijado en censar la pequeña, pero tan valiosa, población de avutardas de la comarca. Y en su búsqueda andábamos, cuando Xavi vislumbró a una enorme distancia una mota en el horizonte que resultó ser un sisón en su cantadero.

Sisón cantando en el horizonte (centro de la imagen)

     El tiempo se nos escurría sin apenas percatarnos escudriñando con el telescopio los trigales en busca de trazos blancos como estandartes que pudieran resultar ser el cuello estirado de algún macho de avutarda atento y observador... pero sin resultado. Y mientras tanto, la lluvia pisándonos los talones cada vez más cerca...



     Habrían pasado ya dos horas desde que habíamos salido allá hacia las 6 pm cuando dimos a parar de frente con un chopo seco en medio de los cultivos ocupado por ¡hasta seis alimoches! de diferentes plumajes y edades que, como jóvenes príncipes destronados, reuníanse en un mismo torreón huyendo de su soledad...

Dormidero de Alimoches "Neophron percnopterus" de varias edades.


      Los alimoches desarrollan un plumaje totalmente oscuro en su primer año de vida que se va aclarando en cada muda hasta volverse mayoritariamente blanco en torno a los cinco años de edad. Muy posiblemente, todos estos jóvenes alimoches sean descendientes de las parejas que crían en las Hoces del Riaza, a menos de 20 km de distancia, y que juntos, transcurran sus años de adolescencia hasta  alcanzar la madurez sexual y atreverse a criar sus propios pollos.

Jóvenes alimoches de entre uno y cuatro años de edad.


      El gran Félix quiso rendir homenaje a esta carismática especie bautizándola con el nombre de "Buitre Sabio" debido a su característico empleo de piedras para romper la dura cáscara de los huevos de avestruz que se encuentran durante su migración en África y así poder alimentarse de ellos.





     Ensimismado seguía yo con tanta belleza alada junta en un sólo árbol, cuando Xavi dio la voz alarma de las avutardas. Justamente en el mismo plano, a nivel del suelo, había un grupo de diez vigorosos machos picoteando un barbecho.

     Como tantas veces suele suceder, no es hasta aproximarse el final de las horas de luz cuando los animales despiertan casi a la vez para aparecer juntos, muy juntos...

Grupo de machos de Avutarda "Otis tarda"


     Tan juntos, incluso, como en la imagen de líneas abajo en la que puede distinguirse un juvenil de alimoche (emplumado de negro) entre seis machos de avutarda. ¡Jamás llegué a pensar que pudiera llegar a presenciar una situación parecida! Dos especies de aves de costumbres totalmente opuestas, a tan pocos metros una de otra como si tal cosa...

Grupo de machos de avutarda
y joven alimoche.



     Despacito y con calma, las avutardas fueron subiendo la loma y nosotros seguimos nuestro camino.





     El Sol ya se había puesto por Peñacuerno y, por lo tanto, era hora de emprender rumbo a casa no sin prestar especial atención a los sonidos de la noche...

Puesta de Sol en Peñacuerno.

     Sin embargo, el tercer y último gran momento de la jornada estaba por llegar cuando un macho de sisón salió corriendo delante del coche para, una vez calmado, seguir emitiendo sus sordos "Crck... Crck" a la vez que desplegaba las vistosas plumas del cuello.

Macho de Sisón "Tetrax tetrax"
en plumaje nupcial.

      Contemplarle en pleno apogeo nupcial resultó ser un inolvidable espectáculo que ponía fin a una tarde estupenda en observaciones de calidad: alimoches, avutardas y sisones, tres pesos pesados de las estepas y los campos cerealistas que encuentran en la Península uno de sus últimos refugios, y el mayor a nivel mundial, y que todavía resisten en el entorno de nuestra querida Comarca del Nordeste de Segovia como indicadores de su buen estado de conservación y diversidad ecológica. 


       Pues ojalá que siga siendo así y que sus poblaciones se refuercen cada temporada para garantía de la salud ambiental de nuestros campos y pueblos.











domingo, 18 de mayo de 2014

La Madre Osa y sus mellizos


     De las varias osas que este invierno han traído a la vida oseznos en la parte occidental de la Cordillera Cantábrica, destaca sobre todas una en especial por la trágica historia de supervivencia que arrastra.

     Casi en la cima de unos altos peñascales, eligió esta bella osa rubia una cavidad para parir. Y así debió ocurrir un día de este pasado invierno, cuando seguramente las cumbres se hallaban cubiertas por un espeso manto de nieve. En aquella blanca soledad, nuestra osa dio a luz tres criaturas pequeñísimas, sin apenas pelo y de color rosado, extremadamente delicadas... 

     Pasaron varios meses y al calor materno, los tres hermanos crecieron rápidamente a costa de las reservas de grasa de su madre, que sentía perder peso drásticamente cada día... Una espléndida mañana de últimos de marzo, recién llegada la primavera, mamá osa decidió que era el momento perfecto para presentar a su descendencia a los cielos de Asturias y salió fuera de la guarida con sus tres oseznos. Tímidos y recelosos en un principio, no tardaron en acostumbrarse a la luz del sol para explorar tanta novedad entre juegos. Sus grandes orejas, ojos y hocico, en comparación con el resto del cuerpo, les hacían parecer auténticos peluches dotados de vida propia.


Osa junto a sus crías a la salida de la osera.


      Los días se iban sucediendo para intranquilidad de la madre que sentía en el ambiente el despertar del celo de los grandes machos, todo un peligro para sus pequeños ya que un macho encelado no dudaría en cometer infanticido para inducir a la madre a entrar en celo y permitir la cópula. Sin embargo, la osa seguía sintiéndose segura en aquellas cumbres que parecía un milagro que hubiera podido alcanzar.

      Pero la fatalidad llegó sin previo aviso. Una tarde de espesa niebla en Semana Santa, unos observadores avistaron cómo un águila real comía los restos de uno de los pequeños oseznos sin que quizás nunca se sepa la verdadera causa de su muerte...


"Nada excepcional si no fuese porque los días anteriores
varios grupos de turistas accedieron a la cima de la misma peña donde, un poco más abajo,
se encontraba la osa. Aunque es imposible relacionar esta circunstancia con la muerte del osezno,
una situación así no debería haberse llegado a producir.
Si una osa se ve obligada a abandonar el lugar que ha escogido como refugio para sus crías,
será más probable que se encuentre con un macho adulto que pueda matar a los oseznos,
con el fin de que la madre entre nuevamente en celo y poder aparearse con ella."

Carlos Rodríguez del Valle. La Nueva España.



     El viernes 2 de mayo, día al que corresponden todas las imágenes de la osa y sus oseznos aquí expuestas, la madre salió una vez más de la osera con sus crías para alegría y sorpresa nuestras. Tras otear el horizonte y olfatear la brisa de la tarde, comenzó a trepar por los peñascos seguida de sus retoños: había decidido cambiar de refugio, un comportamiento que toman con frecuencia las osas para salvaguardar la integridad de su familia. 

Osa trepando por las rocas seguida de sus dos pequeños supervivientes.


     En los tramos de mayor dificultad, la madre osa volvía la cabeza atrás y se inclinaba hacia sus pequeños como para alentarlos y animarlos a seguir trepando.


La madre osa esperando a sus oseznos.


         En todo momento, se mostró vigilante y atenta a cualquier ruido u olor extraños.


La madre osa atenta a la retaguardia.


          También hubo tiempo para reponer fuerzas y saciar el apetito. En primavera, el pasto y los insectos son pilares en su alimentación.


La madre osa levantando piedras donde buscar artrópodos y otros invertebrados que comer.


     Todas las fotografías han sido realizadas con digiscoping a una distancia más que prudente para evitar molestias a la fauna en lo posible. Aunque de nula calidad técnica, permiten documentar momentos de la vida de esta madre con sus oseznos más que entrañables. Observar sus movimientos en directo fue toda una experiencia mucho más impactante, imposible de olvidar.

Madre osa pastando.
Foto original realizada con digiscoping sin recorte.


     Se nos presentó la noche entre tanto gozo y alegría disfrutando de tan buenas observaciones. Llegó el momento en que la luz no era suficiente para ver a través del telescopio antes de saber recogidos a la madre y sus oseznos en su nueva guarida. Sólo nos queda confiar que llegaran a buen cobijo sanos y salvos.

     En los días sucesivos, no se la vio...


     Ciertamente, es todo un regalo poder disfrutar de un espectáculo tal en nuestro propio país, a 5 horas de Madrid y 1 de Oviedo. El Oso Pardo Cantábrico es una de las joyas de la fauna ibérica que actualmente encuentra refugio en las escarpadas cornisas cantábricas a consecuencia de la constante persecución a la que se ha visto sometido desde siglos, antes de que sus dominios se esparcieran por toda la Península Ibérica habitando lugares que tanta sorpresa hoy provocan como el Monte del Pardo o Sierra Morena. En los últimos cinco años, su población ha experimentado una notable mejoría en este entorno del Occidente Asturiano. Un simpático guiño que la especie nos brinda para seguir luchando por su conservación. Que imágenes como éstas se repitan con cada primavera no sólo depende de nuestros mandatarios y las leyes sino también de todos nosotros y muchos pequeños gestos...


Grupo de personas observando varios ejemplares de oso pardo en celo.


     Aquellos días también dieron para observar hasta otros quince osos diferentes. El primero de ellos apareció en torno a las 9 de la mañana subiendo una ladera desde un pueblecito en el fondo del valle en el que varios perros ladraban su presencia. Al ejemplar, de un bello color oscuro, le temblaba el pelaje como por ondas cada vez que daba un peso debido a la grasa que almacenaba debajo de la piel. Casi con total seguridad, se trataba de un macho.


Macho de oso pardo "Ursus arctos" en medio de un claro en el piornal.


     En las esperas que dedicamos al aguardo de los osos, los rebecos nos distrajeron con sus saltos y  brincos y amamantando a sus recentales del año.

Rebeco "Rupicapra rupicapra"
 mordisqueando un piorno "Cytisus oromediterranues"


Rebeco "Rupicapra rupicapra"
tumbado entre varias Varas de San José del Género Asphodellus.

Recental de Rebeco aguardando entre las rocas
la llegada de su madre.

     Entre la hojarasca del suelo también había quienes libraban pequeñas luchas por defender su territorio y poder perpetuar la especie. Se trataba de los machos de Lagarto verdinegro que lucían su atractiva coloración de celo.

Macho de Lagarto Verdinegro "Lacerta schreiberi" en celo.